NDA.
A Santiago de Chile (febrero 2005) me voy a comer afuera la noche
con mi hija y mi yerno chileno, y encuentro el poeta Homero Castillo Duran
que ha tenido éxito con darme tres libretos de poesías (muy
interesantes) por el equivalente de unos euros. De su manera de hacer
e del halito pesado deducía que el ya había bebido con abundancia.
Me impresionó muchísimo la urgencia y la pasión como
se presentó