«Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!».
Incluso después de todo lo que los suyos habían visto y oído, todavía no creían que Jesús era la persona divina que Él mismo se había declarado.
Después de todas las pruebas, las señales milagrosas y los hechos prodigiosos que habían visto, todavía no estaban convencidos.
Se habían escandalizado de que su Maestro se hubiera sometido voluntariamente al suplicio atroz de la crucifixión, y con ello habían caído en el mismo error de los que habían condenado a Jesús.
Jesús se encuentra con los discípulos en Emaús
¿Y nosotros? ¿No somos nosotros los que, cuando nos dejamos llevar por la duda, tal vez nos parecemos a aquellos discípulos que todavía no creían?
¿Quién de nosotros, durante la consagración, nunca llegó a preguntarse si ese pan es realmente el cuerpo de Cristo y realmente ese vino su sangre?
También porque no tenemos testimonio directo de los acontecimientos de aquel tiempo, debemos entonces contar con la firmeza de nuestra fe en Él. Por eso Pablo dice: "Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe, nuestra predicación sin sentido" (1 Cor 15, 14).
La resurrección es certeza: en la medida en que crees, sientes la presencia de Aquel que es vida.
¿Cuántas veces en las angustias y dolores que invariablemente están presentes en la vida de todos los que estamos sobre la faz de esta tierra nos ha asaltado la desesperación, nos ha caído la tristeza?
¿Cuántas veces en estos casos nos ha asaltado la tentación de pensar que nuestra fe es toda una ilusión?
Es especialmente en estos momentos particulares que debemos pensar en la Cruz: si Él quiso ser crucificado, también fue para darnos un ejemplo, para que también nosotros sufriésemos con paciencia el mal que nos puede pasar.
Con esto Jesús nos ha dejado y nos deja libres, también libres para no creer. Por eso deja que también nosotros, como él en la cruz cuando lanza el último grito de dolor, seamos sometidos al tormento de la duda.
Por eso debemos esforzarnos por vivir en Su presencia, pensar como si Él estuviera siempre junto a nosotros.
En la mañana cuando nos despertamos, cuando trabajamos, cuando nos alimentamos, en las manifestaciones de nuestra vida, especialmente en los momentos de alegría, debemos esforzarnos por no olvidarlo nunca.
En mi caso, ayudándome de las imágenes sagradas que tengo discretamente presentes en cada habitación de la casa, trato de observar durante el día un plan de acciones - Misa y posiblemente también Comunión por ejemplo - de pensamientos y lecturas - el Evangelio para ejemplo- que siempre me dejan hacerlo. Ayúdate que Dios te ayuda, dice el refrán.
Sé que Él siempre me perdonará, incluso cuando falle y caiga, siempre que se lo pida..
No temais ! la ,isericordia de Jesús
es INFINITA
Evangelio según San Lucas 24,13-35.
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.
En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste,
y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!".
"¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo,
y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas.
Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro
y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".
Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?"
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.
Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos.
Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos,
y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!".
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
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